Parvovirus

Parvovirus

La familia Parvoviridae incluye los virus más pequeños y resistentes conocidos. Su estructura consiste en una cadena sencilla de DNA sin envoltura. Los parvovirus son patógenos importantes en perros y gatos, porque destruyen sus células del sistema inmunológico en división activa. Los perros de toda edad y raza han sido víctimas de esta infección altamente contagiosa, que ataca el tracto intestinal, los leucocitos, y algunos casos, el músculo cardiaco.

El Parvovirus canino tipo 2 (PVC-2 o en inglés CVP-2) es uno de los agentes más importantes que provocan mortalidad en cachorros. Esta infección viral, de amplia distribución mundial, se encuentra estrechamente relacionado genética y antigénicamente con el virus de la panleucopenia felina (FPV). El PVC-2 es el responsable de la enteritis parvoviral clásica, la que por lo general ocasiona signos a los 5-15 días de infectar al animal a través de la vía oro-fecal, con la invasión y destrucción preferencial de las células progenitoras de la médula ósea y del epitelio de las criptas intestinales. CPV-2 clásicamente ha infectado a los perros y a otros cánidos pero no a los gatos y FPV ha infectado tanto a gatos grandes como pequeños, pero no a los perros. Sin embargo, la clara separación de estos virus por su tropismo hacia estos huéspedes, ya no es tan cierta ya que el virus original del perro CPV-2 fue transitorio, y se sustituido en la naturaleza por los llamados “nuevos tipos antigénicos” (CPV-2a y CPV-2b) que infectan, se reproducen y se transmiten entre los perros y gatos. La patogénesis de las infecciones por el PVC y por el PVF en perros y en gatos es muy similar. La replicación del PVC en el perro se realiza en el epitelio intestinal y en los tejidos linfoides. La vía de entrada y el sitio de la primera replicación se produce en las células de la nasofaringe y orofaringe, así como en las amígdalas y otros tejidos linfoides. Tanto el PVF como el PVC infectan a las células epiteliales de las criptas de las vellosidades intestinales del íleon y del yeyuno que se encuentran en división rápida, entre los días 3 a 5 pos-infección. Durante la fase intestinal de la infección, el virus es excretado en grandes cantidades por las heces.

En perros domésticos, la infección por CPV-2 no necesariamente da por resultado una enfermedad aparente; muchos perros que se infectan en forma natural nunca presentan signos clínicos abiertos. Cuando ocurre, la enfermedad clínica es más grave en cachorros jóvenes (entre seis semanas y seis meses de edad) en crecimiento rápido que alojan parásitos intestinales, protozoarios y ciertas bacterias entéricas, como Clostridium perfringens y especies de Campylobacter y Salmonella. En animales susceptibles, la incidencia de enfermedad grave y muerte llega a ser muy alta. Hay razas más susceptibles como el rottweiler, doberman pinscher, labrador, terrier Stafforrdshire americano, pastor alemán y tirador de Alaska.

La enfermedad producida por el parvovirus canino se contrae por contacto entre los perros y ha sido diagnosticada todos los lugares en que se congregan. Un perro aislado en la casa o en el patio y que entre rara vez tenga contacto con otros perros tiene menos posibilidades de contraerla. El parvovirus canino es resistente a condiciones climáticas extremas y puede sobrevivir durante largos períodos. Se disemina con facilidad de un lugar a otro en el pelo o en las patas de los animales enfermos o bien en las jaulas, los zapatos, instrumentos (equipo en instalaciones de veterinaria u operaciones de acicalado), insectos y roedores suelen servir como vectores. El perro puede llevar el virus en su pelaje durante mucho tiempo.

Pronóstico y diagnóstico: La magnitud del aumento de las proteínas séricas de la fase aguda en perros con enteritis parvoviral puede ser un indicador útil del pronóstico de la enfermedad. La proteína C reactiva es un potente predictor de la mortalidad en estos pacientes.

El diagnóstico del parvovirus canino (PVC) por lo general se ha hecho empleando un método rápido de análisis inmunocromatográfico, pero se debate todavía la capacidad de estas pruebas para detectar todas las variantes PVC, incluido el PVC-2c. En ensayos realizados a muestras fecales PCR positivas a parvovirus canino se comprobó que las pruebas para PVC por inmunocromatografía son efectivas para detectar las variantes antigénicas PVC 2a, 2b y 2c, con un porcentaje de 80,4%, 78,0% y 77,0% respectivamente. Por lo tanto, considerando esos límites de sensibilidad de las pruebas, los resultados negativos en una animal con signos clínicos típicos, deben ser confirmados por PCR. Las pruebas basadas en ELISA se basan en una reacción antígeno-anticuerpo con anticuerpos monoclonales específicos fijados en una fase sólida. Las pruebas serológicas son rápidas y relativamente económicas, con una especificidad relacionada con la cantidad de anticuerpos presentes. Los títulos de anticuerpos suelen se altos en el inicio de la enfermedad clínica. Sin embargo, los anticuerpos IgM específicos desaparecen después de 2 – 3 semanas después de la infección

Para la detección del virus de la panleucopenia felina (PVF) se realizaron estudios para conocer la capacidad de la inmunocromatografía para detectar PVF. Se tomaron 97 muestras de heces de gatos con sospecha de infección. Cincuenta y cinco muestras fueron positivas de SNAP Parvo y 54 de los 55 también fueron positivos por PCR convencional y fueron identificados como PVF por secuencia genética. El estudio demostró que el SNAP Parvo puede detectar PVF en muestras clínicas.

La PCR es un análisis de alta precisión para determinar CPV y se puede identificar la cepa en cuestión. La PCR se lleva a cabo sobre una muestra de materia fecal del perro afectado, con cebadores y enzimas de restricción específicas para aislar y amplificar productos ADN viral resultantes. Esta técnica es capaz de determinar parvovirus antes de la aparición de los síntomas, permitiendo iniciar tempranamente el tratamiento y aumentar la probabilidad de supervivencia.

Datos clínicos

La infección por CPV-2 se ha relacionado con dos tejidos principales: tubo GI (enteritis parvoviral) y miocardio (miocarditis por CPV-2). Existe una variación notable en la respuesta clínica de los perros a la infección intestinal con CPV-2 que varía desde una infección no aparente hasta una enfermedad aguda mortal. En la mayor parte ocurre la infección inaparente o subclínica. La gravedad de la entiritis por CPV-2 depende de la edad, grado de estrés, raza y estado de inmunidad del paciente. Las infecciones más graves suelen observarse en cachorros menores de 12 semanas porque carecen de inmunidad protectora y tienen mayor número de células en crecimiento y división.

Enteritis parvoviral

La enteritis por CPV-2 progresa con rapidez, en especial con las cepas más recientes de CPV-2. Con frecuencia, el vómito es grave y va seguido de diarrea, anorexia y el inicio rápido de deshidratación. Las heces toman un color amarillo grisáceo y con estrías oscuras por sangre. Puede haber temperatura rectal elevada (40-41°C) y leucopenia, en especial en casos graves. La muerte llega a ocurrir a los dos días después del inicio de la enfermedad y con frecuencia se relaciona con sepsis por gramnegativos, CID, o ambas. La edad joven, la ausencia de vómitos y la monocitopenia se han relacionado con escasa posibilidad de superviviencia.

La enfermedad neurológica primaria no se debe a CPV-2, pero puede ocurrir como resultado de hemorragias en SNC por CID o hipoglucemia durante el proceso patológico, la sepsis o alteraciones de ácidos y bases y electrolíticas. Asimismo, es posible una infección concurrente con virus como CDV.

Miocarditis por CPV-2

Esta enfermedad no es tan frecuente, puede desarrollarse por infección in utero o en cachorros menores de 8 semanas. Por lo general, afecta a todos los cachorros de una camada.